No nos lo pensamos mucho. Teníamos el tequila a punto de agotarse y el humo del cigarrillo ya empezaba a cansarme. Abrimos las ventanas para que el frío nos embistiera el miocardio, despejarnos las ideas, abrir nuestra mente. Entonces ella tomó mi mano.
-No lo hagamos -me dijo.
-¿Por qué? -contesté yo.
-Porque el tiempo es inmenso y podemos aprender a volar mañana o dentro de cien años. El mundo es demasiado para nosotros. Conformémonos comiéndonos los labios.
-No lo hagamos -me dijo.
-¿Por qué? -contesté yo.
-Porque el tiempo es inmenso y podemos aprender a volar mañana o dentro de cien años. El mundo es demasiado para nosotros. Conformémonos comiéndonos los labios.
Y así lo hicimos. Durante toda la noche.
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