sino brillo yo, brilla mi ausencia, no me odiais a mi, ODIAIS A VUESTRA IMPOTENCIA.

martes, 2 de agosto de 2011

Nunca me he sentido tan perdida


Con los pies a oscuras bajo las sábanas me escabullí con la mirada por las rendijas de la persiana y me salté los kilómetros. Te sorprendí durmiendo. Los sueños ya habían conseguido desprenderte de las sábanas y tu respiración era lenta. No te diste cuenta de que aquella noche examiné tus rodillas y me quedé con el eco de tu aliento. Puedes estar tranquilo, mañana podrás hacer uso de él, yo sólo he memorizado los compases.
Dormías sin camiseta. La mano izquierda la encerrabas en un puño. Sentí una tristeza casi tan honda como la negrura de aquella habitación. ¿Y si tenías pesadillas? Así no escaparían. No me atrevía a deshacer el nudo de tus nudillos, si despertaste con el sudor impregnando tu nuca y con el miedo clavado en los ojos, espero que me perdones.
Esperé allí hasta que las primeras luces se colaron por el cristal. Me fui antes de poder dejar mi sombra allí.
Sé que puedo salir todas las noches que quiera, pero tú no me necesitas. Tú necesitas silencio, letras ligeras, casi cálidas, que arropen el hielo de tus hombros. No necesitas más hielo. Los glaciares no están hechos para crecer en tu cuerpo.
Pero quería que supieses que estuve allí.

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